MASACRE DE PLAZA LOREA.
(1 DE MAYO DE 1909)
Poco se sabe de este hecho que ha ocurrido durante los primeros años del siglo pasado. El primero de mayo de 1909, la masa trabajadora ganaba las calles para reivindicar los derechos ahogados por la clase alta. Una brutal represión terminó dando muerte a 11 trabajadores, mientras que más de 80 resultaron heridos.
Para entonces la Argentina se encontraba con un modelo agro-pastoril consolidado. El proceso inmigratorio vino a fundamentar el lugar que la generación del 80 le había asignado a nuestro país. Esta condición de productor de bienes primarios propiciaba que la mano de obra fuese destinada a este sector. Pero esa política económica no tardaría en llegar al límite de sus posibilidades. Una inmensa masa de Trabajadores debió migrar a la ciudad. Al ser un país abastecedor de materias primas su potencial industrialista era muy escaso.
El grueso del incipiente movimiento trabajador estaba dividido entre socialistas y anarquistas. Estos últimos tenían una tendencia mucho más radicalizada, cuestión que no pasaba inadvertida a las fuerzas policiales. En aquellos años el primero de mayo se repartía en dos manifestaciones. El acto de los socialistas tenía lugar en Constitución mientras que el de los anarquistas se llevaba a cabo en Plaza Lorea (hoy Plaza Congreso).
La masa Trabajadora encontraba mayor presencia en la Federación del Calzado, de Panaderos, de Ebanistas, de Sombrereros, de conductores de carros, de Pintores Albañiles. Así como también de Portuarios y Ferroviarios.
El estado nacional veía con peligro el continuo malestar de los trabajadores. Pero la explicación no la encontraba en las deplorables condiciones en que se encontraba el asalariado. La causa radicaba en la influencia de elementos externos, cuya ideología perturbaba al resto. Motivo de este hecho en 1902 se había sancionado la ley de Residencia. Si bien se trató de implementar más adelante una política integradora continúo prevaleciendo el accionar represivo.
Ante las huelgas y manifestaciones el estado respondía reforzando el aparato coercitivo. Con el tiempo se había venido elaborando una política represiva para contener las protestas. La policía identifica claramente al anarquista del socialista. Producto de esta mecánica se había formado una especie de servicio de inteligencia en donde se conocían los movimientos de estos grupos y los datos de todos los militantes, detallando de manera pormenorizada la edad, la filiación familiar, ideología, origen étnico, etc.
Aquel 1° de mayo miles de trabajadores se congregaron en Plaza Lorea no solo para conmemorar el día del Trabajador. Los gremios del rodado habían decidido ir a la huelga por tiempo indeterminado en protesta por un código municipal y en contra de la libreta de identidad. El coronel Falcón se encargó personalmente de llevar adelante el operativo. Después de la orden del Jefe de Policía, sus subordinados abrieron fuego sobre la multitud sin hacer distingo entre hombres, mujeres y niños; la sangrienta represión asesino 11 obreros, mientras que más de 80 resultaron heridos, muchos de gravedad. En adelante, las fuerzas represivas se dedicaron a recrudecer su furia sobre el movimiento trabajador, ya sea deteniendo a militantes ó clausurando periódicos ó locales partidarios. En vista de lo ocurrido la FORA decretó la huelga por tiempo indeterminado. De igual manera la UTG socialista se solidarizó plegándose a la lucha.
“El 4 de mayo más de 60.000 personas se concentraron frente a la morgue esperando la entrega de los cadáveres, para acompañarlos hasta la Chacarita. En un acto de barbarie sin precedentes hasta el momento pero que se tornara una tradición de aquí en adelante, la policía les arrebató los féretros a las familias obreras para que no sé concretara el multitudinario cortejo fúnebre”.
Después de una semana de paro, el gobierno dio marcha atrás con las medidas y se decidió la erogación del código municipal de penalidades, la reapertura de los locales obreros y la liberación de 800 presos. A pesar de que los trabajadores habían regresado a sus tareas una cuenta pendiente quedaba flotando en el aire.
El gobierno de Figueroa Alcorta había desoído los reclamos de las organizaciones políticas de hacer renunciar a Falcón. El movimiento anarquista no olvidaba los sucesos trágicos del 1° de mayo y la venganza solo era cuestión de tiempo. Simón Radowistzky fue el encargado de arrojarle la bomba que explotó en las piernas del jefe de policía. Habían pasado tan solo 7 meses de la masacre; 14 de noviembre de 1909.
Inmediatamente de transcurrido el hecho, Radowistzky fue apresado y recibió cadena perpetua. De no ser menor de edad hubiera sido sentenciado a muerte. Producto del atentado tuvo lugar una nueva arremetida por parte de las autoridades declarando el estado de sitio, arrestando obreros, clausurando locales partidarios y persiguiendo a todo movimiento trabajador.
LOS MALDITOS Volumen IV Norberto Galasso.